jueves, 15 de diciembre de 2011

Horas de sueño desperdiciadas. Chats interminables con potenciales novios/amantes. Palabras y frases de levante que se escapan libremente del teclado y de mi cabeza y que no sabemos si hay alguien que realmente las lee del otro lado de la pantalla. Ni siquiera importa.
Té negro. Cafeína. Canciones de amor y desamor.
Porno. Paja. Semen.
Un arbolito de Navidad pedorro, vestido con guirnaldas de colores que no combinan entre sí. Luces de colores que se apagan y prenden muy rápido. Recuerdos de una niñez que está muy lejos ya y que sin embargo siguen centelleando en mi cabeza, tan rápido como esas lucecitas de colores Made in China.
Mañana (mañana ya es hoy) tengo que despertarme temprano, pero mi cabeza tenía que joderme con divagaciones de lo más inútiles.

¿Acaso me importa que él no guste de mí?
¿Qué es un pasivo masculino?
¿Él se habrá sentido tan rechazado como yo cuando era chico?
Tantos mensajes en Manhunt que no me interesan...

A veces pareciera que quisiera un novio para jugar a la mamá y cuidarlo cuando se siente triste y desprotegido.
Y él no volvió a llamar. No volvió a escribir. No volvió a colgar ningún video más en mi muro de Facebook.
Y el maldito reloj que acorta cada vez más mis horas de sueño. Y en mis auriculares suena esa canción que había olvidado que me gustaba tanto cuando era un adolescente. Quería ser tantas cosas en esa época, tantas cosas que al final no fuí. Ahora creo que solo me preocupa ser una sola cosa: YO.
Lo peor creo que ya pasó. ¿Hubo alguna vez algo que sea tan malo, tan terrible? ¿Estaba viendo en realidad lo que pasaba a mi alrededor?
Sonrisas que tapan lágrimas y aplacan fríos días de invierno. Siempre hubo alguien a quien contarle todo el ruido que pasaba por mi cabeza, siempre hubo alguien quien pedirle un abrazo.
Pero fue gracias a aquellas personas que no quisieron escuchar, que no quisieron darme un abrazo, que no quisieron darme un beso o caminar de la mano conmigo por un parque que empecé a apreciarme un poco más a mi mismo cada día. Es gracias a ellos que descubro que soy una persona interesante y que tengo muchas cosas que me gustan de mí.
Gracias, me salvaron de ser un mediocre al quedarme al lado de alguien como ustedes.
Gracias a ustedes empiezo a gustar de mí. ¿Narcisismo?, no lo creo. Y si fuese así, ¿a quién le importa?

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