sábado, 19 de noviembre de 2011

Fantasías

No sé por qué todavía tengo tu número. Lo conservé como si supiera que un día de estos te fuese a llamar nuevamente. Lo escribí al final de ese cuaderno Rivadavia que ahora ya está todo roto y en donde escribí un montón de otras cosas acerca de vos.
A veces imagino que te encuentro por la calle. Un día jueves, que era el día que no trabajabas, o un domingo. Sí, ya sé, para qué imaginarse algo como eso.Lo que pasa es que tengo mucho tiempo libre para elaborar todas esas situaciones hipotéticas en mi cabeza.
Realmente, no sé qué te diría. Supongo que al verte, primero te abrazaría y te daría un gran beso en la mejilla (los argentinos decimos cachete, no sé por qué carajos entonces escribo "mejilla"). Te sonreiría, te miraría directamente a los ojos y te preguntaría qué es de tu vida, cómo siguen tus cosas, si seguís laburando en ese lugar tan aburrido donde las personas llaman para hacer reclamos, aburridos absolutamente de su existencia tan mediocre.
Seguramente te invitaría a tomar algo, o te preguntaría para dónde tenés que ir. De seguro, tratarías de deshacerte de mí. Ya sé, después de lo que sucedió es más que razonable.Sé que pude haber terminado la cuestión de una manera más elegante. No, no es que no quería que las cosas siguieran adelante, es que en ese momento de mi vida estaba lleno de miedos e inseguridades. Ni siquiera me conocía bien a mi mismo, no entendía muy bien que mierda querías con alguien como yo. Sí, todavía hay algunos miedos, pero sé que estoy pudiendo hacerles frente.
Estoy seguro de que no quisieras acompañarme a tomar un café o un té (sabés que me gusta más el té).¿Te acordás de aquella vez en que entramos a esa confitería a tomar algo y a la hora de pagar te diste cuenta de que te faltaba plata? Tuvimos que juntar las pocas monedas que teníamos para pagar la cuenta. Creo que fue la única vez que viste mi terrible cara de enojo.
Rechazarías la invitación de la mejor manera, no te gustaría que me sintiese mal ni quisieras incomodarme de ninguna forma. Muy a mi pesar, no volvería a insistir, no habría objeto. Entonces, en ese momento, debería reconocer que a veces se pierde algo- o alguien- y ya no se lo vuelve a recuperar jamás.
Te daría un abrazo muy grande de nuevo, y otro beso, en el cachete, y te dejaría ir. Caminaría unos pasos y sin que vos te dieras cuenta, me daría vuelta y te miraría, una última vez. Te vería alejándote, esta vez para siempre, para no volver nunca más.

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