miércoles, 11 de julio de 2012

Miércoles


Destrozar(se) todo, por completo. Destruir todo eso que una vez fue y que ya no puedo ser, ni a fuerza de martillazos en el cerebro.
Ver(se) desde afuera, tratando de descubrir cuál es la mejor solución.
Un cuerpo tirado en una cama, tapado con frazadas completamente, tratando de ahogar(se) algo, tratando de calmar los pensamientos que uno a uno se suceden, sin ninguna intermitencia.

GRITAR

Como gritar en el vacío, nadie escucha, nada alivia gritar.
Ni romper(se) todo, ni destruir(se) todo por completo aliviaría a ese cuerpo tirado en la cama.
Egoísta. Monstruo. Ombligocentrista.
Las manos apretando bien las sienes para que el cerebro no se escape. La respiración entrecortada, sudor, el llanto que no sale. El corazón que también quiere escaparse.

Golpean en la cabeza todos esos (pre)conceptos con lo que creció y de los que aún no puede deshacerse. Toda su historia se le agolpa en las sienes, en la cabeza, en el cerebro, que se quiere ir porque ya no soporta más.
Reventarse, romperse, destruirse, desaparecer.
Una mano que acaricia la cabeza. Una palabra dulce, pero él está en otro lado.
La mejor solución ahora sería una pastilla. Químicos que alivien el sufrimiento. Farmacopea. Placebos.

Y la mano que sigue tratando de apaciguar, de algún modo, el dolor.

Un cuerpo tirado en la cama.

Me quedo dormido con su mano acariciándome la cabeza.

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